San Guillermo – Rio de la Sal I, La Rioja

 

Que loco no? Estar así, a punto de irme a otro mundo (literalmente hablando) y de repente me encuentro con lugares como este, tan grandes y lindos que me hacen preguntarme si no me estaré equivocando...

El viaje había sido programado para encarar el cruce desde Vinchina – La Rioja, hasta Tudcum – San Juan, atravesando el lado oeste San Guillermo, por el lecho del Río de la Sal. Los que viajaban eran Alejandro Jausoro y Gabriel Jausoro, Jorge A. Fernandez, Rodolfo Viola y Xago, Facundo Menendez y Claudio, Eduardo Calzetta, Eduardo Lacabanne y Nordika & Sebas Kurpiel y Juan C. Prime.

Algunas idas y vueltas, otras bajas en el team inicial y terminó abriéndose un hueco que dejó lugar para que Pablo P y yo pudiéramos ser parte del grupo.

Al mismo tiempo, Chief, Romulo y Pepe arrancaban desde el Sur, para cruzarnos en el viaje, intercambiar tracks y seguir cada uno por su camino. La idea era fenomenal, titánica y por demás atractiva. Requería de mucha logística, planificación a full y una buena navegación para poder llegar a destino.

Salimos entonces, formando el Grupo Norte, las siguientes tripulaciones:

Ale Jausoro, Gabriel Jausoro y PAI – Defe 110 Td5 – POCHOCLERA 1
Sebas Kurpiel y Juan C. Prime – Defe 110 Tdi – POCHOCLERA 2
Facundo Menendez y Gonzalo – Defe 90 Tdi – BUDINERA
Andres Gutovnik y Pablo Perez – Toyota Hilux 3.0 TD – LAVARROPAS

El punto de encuentro era en el Hotel Pircas Negras, Villa Unión, el día viernes 5/12 a la noche.

El Jueves por la tarde partió la POCHOCLERA 1 para un enlace de 500 km, seguido del LAVARROPAS, que lo pasara raudamente en ruta para llegar a dormir a La Carlota. Al día siguiente, continuamos nuestro avance hacia Villa Unión, pero un error de navegación provocó que la Toyota que llevaba 20 km de ventaja, terminara 40 km detrás de Jausoro y Cía... pero no hay mal que por bien no venga.

Alcanzando a la POCHOCLERA 1, escuchamos por la radio que tenían problemas con la correa del A/C, que estaba a punto de cortarse. Faltando unos kms para llegar a Olta, la correa dijo basta y la LR debió ser remolcada hasta Chamical por la Hilux.

 

Mientras tanto, llamados de celular por medio, nos comunicamos con Sebastián y Juan Carlos que estaban a la altura de Villa de Soto. Les comentamos del problema y se pusieron en contacto con Facundo para que gestionara la compra de una correa de repuesto ya que se encontraba en ese momento en la ciudad de San Juan.

En Chamical, la LR era sometida a una cirujía mayor a cargo del Cirujano (quién escribe) y Pablo P, que munidos de pinzas de fuerza, martillo y sierra, amputamos la polea del A/C de la POCHOCLERA 1, ante la mirada atónita de su propietario.


Por suerte, la operación era supervisada telefónicamente por Wiche, quién brindaba instrucciones precisas sobre los pasos a seguir... (El pobre decía que no podríamos sacar la Seger que retenía la polea, pero la misma cedió casi sin resistencia a los martillazos aplicados por Pablo P.

A la vuelta de la esquina, abría a las 17 hs una casa de repuestos, donde luego de media hora de probar correas, encontramos una de la medida buscada. Minutos más tarde, estábamos en marcha nuevamente en dirección al Pircas Negras.

El arribo fue en etapas, llegando el LAVARROPAS en modo “Centrifugado Rápido” a las 19:30, seguido del team Jausoro algo acalorado por la falta de A/C, luego llegó la BUDINERA y finalmente la POCHOCLERA 2, cargada como para ir al frente de combate en Liberia.

Luego de un chapuzón en la pileta y una refrescante ducha, nos juntamos en la estación de servicio a comer unos lomitos y a discutir algo de la logística del día siguiente. El horario de partida fue decretado por sentencia casi unánime, a las 5 am.

Mientras se acomodaban los petates dentro de las camionetas, se acercó curioso un grupo de 3 chatas (Montero, Izuzu y Ranger) pertenecientes a Radioaficionados, quienes nos aconsejaron no tratar de cruzar el Rio Blanco, ya que estaba muy crecido, con un caudal de 35 m/s según comentaron. Esta info nos aclaraba el panorama respecto de la posible alternativa de paso a intentar, en caso de no poder sortear “El Nudo”.

Salimos del hotel cerca de las 5:30 am, con ritmo lento, llegando a Vinchina solamente para comprobar que no había combustible en la estación de servicio, por lo que seguimos avanzando hacia Jague y Laguna Brava. Al pasar por Jague, el encargado de registrarnos escuchó sorprendido la idea que Jausoro Padre le intentaba hacer entender. “Los recibos se los preparo para la vuelta... porque no van a poder pasar” sentenció.

Fuimos subiendo hasta Laguna Brava con las correspondientes paradas para eliminar el exceso de agua en los riñones, y para picar alguna fruta como desayuno. Llegamos sin problemas a la laguna y encaramos el Peñón en dirección sur, hasta la traza del IGM que pasa por Laguna Verda y nos llevaba a través de un cañón y por sobre el lecho de un río hacia Pucha-Pucha.

El avance fue lento, llegando a Pucha-Pucha cerca del medio día. Pasamos por el refugio que está casi destruído y seguimos avanzando hacia Vicuña y Macho Muerto. A veces circulando por una senda bien definida, y otras cortando camino directamente a través de las montañas de piedra y los distintos cruces del cauce del río. Remarcable era el espectáctulo que ofrecía el lugar conocido como Las Juntas o Batidero, en donde dos ríos, uno transparente y otro con un color amarillo sulfuroso, se juntan sin mezclarse por un tramo bastante largo.

Durante el avance, Facundo le fue perdiéndo el respeto al río, hasta tomarse la costumbre de “Tirarse de Panza” ante cada charquito que aparecía adelante suyo, lo que le valió la reprimenda de Sebastián, comentandole lo nocivo que esto es para los componentes calientes de su vehículo.

Llegamos a la bifurcación que lleva al Cajón de la Brea y tomamos ya un rumbo franco hacia el oeste, en dirección al Nudo. Jausoro preguntaba regularmente respecto del progreso que se registraba en las laptops de quienes venían navegando los tracks dibujados por el grupo junto con el Colo en el café.

Encontramos algunos mallines (en adelante, llamados Manyines por la tripulación de la BUDINERA) y el LAVARROPAS debió ser rescatado luego de un inútil intento de cruce. Retomando entonces el rumbo Oeste, encontramos un refugio parabólico de chapa, que se encontraba a unos 6 km del WPT que suponíamos nos permitiría acceder al cruce del Nudo por el Este.

Avanzamos hasta el mencionado lugar y el Pai, en un acto de valentía y heroísmo pocas veces visto, se mandó un trekking de 300 metros en subida, a unos 4100 metros de altura. Más tarde, pagaría cara semejante osadía. Por suerte detectó del lado sur de la montaña que pretendíamos subir, que el paso se encontraba absolutamente bloqueado por una pared rocosa.

Un poco más al sur, el LAVARROPAS y la BUDINERA encaraban una huella que ascendía por un valle en dirección sur-oeste, y que, si bien lavada por los ríos, permitía ascender casi hasta los 4900 metros, en la cima del Cordón del Inca.
Lamentablemente, estábamos cortos de tiempo por lo que decidimos dejar el intento y regresar al refugio para pasar la noche.

Gonzalo, el copi de Facundo, logró abrir una de las ventanas del refugio con un ánimo casi desesperado... nada relacionado con el susto que le provocó la trepada de media hora antes. Por suerte, dentro del refugio había sillas, mesas y camas sobre las cuales nos posamos a descansar cuando aún se veía la claridad del sol afuera.

Durante la noche se sufrió mucho del frío, que debe haber rozado los 15 grados bajo cero, dificultando la tarea de salir a “echar una miradita” a eso de las 2 de la mañana. Sollozos y gruñidos pudieron escucharse por la mañana cuando Facundo nos despertó para ponernos en marcha.

La POCHOCLERA 1 sufrió de congelamiento de combustible, por lo que su puesta en marcha demoró un buen rato. Al mismo tiempo, la BUDINERA le pegaba unos lingazos a la POCHOCLERA 2 para ponerla en marcha, ya que el burro de arranque se mostraba algo rebelde... digamos, en actitud piquetera.
Por suerte, el LAVARROPAS arrancó el ciclo de lavado sin problemas, y con el tanque lleno de Skip, salimos junto con Facundo hacia el camino encontrado el día anterior.

Al llegar, divisamos hacia el Oeste un amplio valle que prometía un paso aún más fácil. Pedro había dibujado un track aparentemente realizable, que rodeaba el Nudo formando un cuadrado de unos 7 kilómetros de lado. Avanzamos casi encima del track, para encontrarnos un valle con picos nevados hacia el oeste y lagunas de diversos colores al este.

Esperamos el arribo de las Defe 110 con Facundo, mientras elegimos el lugar por donde pasar hacia el sur, para llegar al extremo sud-oeste del Nudo. Llegamos sin problemas cuando las POCHOCLERAS nos alcanzaron, y nos encontramos con un rio casi congelado que recorría el lado sur del mencionado cuadrado. Se trataba el Río de la Flecha.

Recorrimos los primeros metros con precaución, encontrando que el río no tenía más de 50 cm de profundidad, así que seguimos avanzando, sorteando los cuellos y lugares cerrados que aparecían cada 200 metros. En uno de esos tramos, ambas Defender largas se hundieron casi sin aviso, sobre un piso de rocas y barro, que requirió un rescate con malacate para ambas.

Nuevamente en marcha, el río nos ponía adelante cada vez más trabas, en forma de codos, cruces de mucha profundidad y poco ancho y manyines tan blandos que se movían con solo caminar sobre ellos. Cruzarlos nos tomó más de tres horas, en las cuales solo logramos avanzar un poco más de cuatro kilómetros.

Al salir finalmente de este encajonado lugar, circulando finalmente sobre el lecho del río casi todo el tiempo, llegamos al punto en el que sospechábamos se podría haber salido en caso de haber optado por el cruce del Nudo por su margen derecha.

De allí en adelante, el avance se hizo más rápido, con demoras solamente en algunos lugares donde los manyines cubrían todo el fondo del rio y la única manera de pasar era circulando sobre las laderas de las montañas que formaban el valle. En ocasiones fue necesario rescatar la Defe de Jausoro y la de Facu, que por venir haciéndo punta se encontraban con terrenos demasiado blandos para soportar su paso.

El avance se volvió bastante tortuoso hasta llegar al nacimiento del río de la Sal, que ofrecía un paisaje muy extenso en donde se mezclaban el color blanco del piso con pastizales amarillos dispersos sobre el suelo, casi caprichosamente diseminados para hacer el paso aún más complicado.

Avanzamos por sobre las montañas laterales hasta que la chata de Jausoro se quedó bastante enterrada en un tramo de barro con piedras, que requirió unos cuantos lingazos propinados por Facundo para liberar la chata.

Una vez más en marcha, la BUDINERA hacía punta por dentro de un brazo del río de la sal, sobre la margen izquierda. De repente, la Defender dejó de avanzar hacia adelante y comenzó a hundirse en el lugar, mientras se escuchaba por la radio la voz de Facundo aullando en un extraño dialecto (en adelante, Facu fue apodado "Diario Mojado”) que luego, gracias a la traducción / decodificación de Gonzalo, entendimos como un mensaje de socorro, debido a la gran cantidad de agua que ingresaba por los zócalos de la chata.

En una pronta maniobra, Pablo P se tiró encima del capot de la chata para enganchar una punta de la eslinga elástica, mientras que quien escribe hacía lo propio en la trompa del LAVARROPAS. Bastaron solo un par de tirones para que la chata saliera de su atasco, mientras el agua se escurría por las puertas y por el portón trasero.

En ese momento comenzamos a evaluar la factibilidad de seguir avanzando, ya que no habíamos tenido señales de Rómulo, Chief y Pepe, quienes venían avanzando desde el Sur con un día de ventaja. Decidimos llamar a Buenos Aires y Sonia (la esposa de Chief) nos comentó que no habían podido atravesar el tramo sur del valle del Río de la Sal, y que intentanban entonces el cruce tradicional de San Guillermo, remontando el Río Blanco y los Llanos de San Guillermo.

A toda nuestra ecuación de dudas se sumaba el alto consumo de combustible que estábamos registrando, sobre todo la POCHOCLERA 2, que estaba muy cargada. Igualmente optamos por avanzar un poco más, ya que el terreno por delante se mostraba bastante simple y fácil de atravesar.

Le metimos para adelante entonces, durante casi media hora más, hasta llegar a un tramo muy amplio del valle en que intentamos algunas alternativas para cruzar, pero el LAVARROPAS quedó totalmente enterrado en una especie de pantano disfrazado de salar. Rápidamente unimos todas las lingas disponibles y Facundo comenzó a dar tirones para mover la chata, lamentablemente, con poco éxito.

Sebas Kurpiel intentó con el Defe largo, tratando de aprovechar su mayor peso, pero esto también nos jugó en contra, quedano él también atascado en el mismo fango. Para sacarlo, Jausoro le pegó una serie de importantes tirones, logrando solamente arrancar un gancho soldado al chasis en el que se había fijado la eslinga.

Eran las 15:30 y el cielo comenzaba a cerrarse, con algunas nubes de un color gris amenazador. Encaramos el desatascamiento de la POCHOCLERA 2, usando los dos Hi-Lift disponibles, las planchas de aluminio como base, todas las palas para ayudar a cavar un pozo bajo cada rueda y las escaleras que traían las defenders en las bacas.

La chata de Sebas estaba libre en un poco más de 1 hora, dejando a todo el grupo al borde del agotamiento total, y aún faltaba sacar la toyo, que estaba unos 60 metros más adentro del salar. Nos mandamos todos con muchas pilas para sacarla lo antes posible, pero la tarea no era facil.

Con solamente poner los piés a menos de un metro de la chata, uno se hundía hasta las rodillas en el barro, lo que complicaba el rescate de la chata y el trabajo con los Hi-Lift. Levantamos la chata de atrás y mandamos las escaleras debajo de las ruedas, ayudadas por unos mazasos aplicados con toda la delicadeza mendocina de Facundo.

Levantamos luego la trompa de la chata y sentimos un interesante ruido a sopapa cuando se despegó del piso y pudimos mandar las otras escaleras debajo de las ruedas. Ya un poco más calmados, pero muy cansados, comenzamos a tirar con el malacate de Sebastián, anclado a la chata de Facundo. Un tiempo después, el LAVARROPAS estaba fuera nuevamente y entonces comenzamos a analizar nuestras reales posibilidades.

Estábamos exáctamente a 30 km lineales del punto donde el río de la Sal se une con el Tambillos, lugar hasta donde creíamos que llegaban las rutas de acceso de la minera Barrick (Error claramente demostrado por el grupo sur). En terreno se mantenía igual de traicionero y el sol ya estaba bajando. Eran las seis y media de la tarde.

Facundo había etado explorando el tramo que teníamos por delante, encotnrando un pluviómetro a unos dos kilómetros, pero ni una huella de accesos recientes. Debimos decidir y finalmente, optamos por la alternativa mantecosa: Regresar.
A Facundo y a Jausoro no les gustó mucho la idea, y arrancaron en sentido inverso para encontrar algún lugar de acampe río arriba, para ahorrarnos algo del tramo de regreso del lunes.

Pablo P sugirió quedarnos a esperar a Juan Carlos y Sebastián, que estaban echando dentro del tanque de Gas-Oil un bidón de 20 litros de kerosene para “estirar” un poco más la autonomía.

Adelante, Facundo conducía como si estuviera poseído, llevando a la BUDINERA a todo vapor, saltando cortadas y esquivando quebradas y piedras (solo las más grandes). Detrás venía la POCHOCLERA 1, reventando el pisingallo a lo loco! Increíble ver la Defender 110 cargada “hasta el moño” con las 4 ruedas en el aire.
Dentro de la chata, Gabriel, el hijo de Alejandro y el PAI comentaban: “Jausa, manejás bien cuando estás caliente!”.

Las chatas de retaguardia solamente teníamos que seguir el rastro de pochoclo en el piso...quiero decir, las huellas de las chatas, para tratar de encontrar el lugar de acampe elegido por Facundo.

A metros de llegar al lugar, la POCHOCLERA 1 quedó muy atascada en una especie de manyin amarillo y verde oscuro. Sebas acomodó la Defe para usar el malacate y le atamos el LAVARROPAS detrás para que no la arrastrara. Fue necesario también, colocar una polea de reenvío, ya que no alcanzaba la fuerza del Warn M10000 para mover la defender.

Casi una hora después estabamos moviéndonos hacia donde Facundo nos esperaba. Lamentablemente, el viento y el frío nos impidieron armar carpa, por lo que fue necesario dormir dentro de las chatas. Algunos tuvimos la suerte de poder reclinar los asientos (la ventaja de los vehículos nipones), otros en cambio, tuvieron que dormir como si estuvieran sentados en un vagón de tren.
Por lejos, los más cómodos fueron Sebas y Juan Carlos, que tenían una cama armada en la parte trasera de la POCHOCLERA 2.

Dejamos los motores en marcha y la calefacción prendida para no congelarnos, y con la luna como hermoso sol de noche, nos dormimos abatidos por el cansancio y por la influencia de la altura.

A la mañana siguiente, el río que se encontraba al lado de donde habíamos parado estaba totalmente congelado! 30 cm de agua y con una corriente importante... transformados en pista de patinaje sobre hielo!!!
Luego de acomodar las cosas dentro de las chatas, nos pusimos en movimiento a eso de las siete de la mañana.

Facundo se mandó adelante y metió un ritmo impresionante, evitando quedarse en los lugares complicados, buscando alternativas y marcándonos los pasos más convenientes para sortear los obstáculos. Algunos de los tramos del río estaban tan congelados que la BUDINERA y el LAVARROPAS no lograban quebrar la superficie, cosa que si sucedía ante el peso de ambas POCHOCLERAS.

Llegamos al tramo más complicado del día anterior, remontando el río de la Flecha con rumbo oeste. En varios lugares fue necesario ayudar a la toyo ya que sus ángulos no son lo más adecuado para este tipo de terreno. Algunos manyines requirieron de bastante trabajo para pasar todo el grupo, pero el ritmo en general fue mucho más rápido que los días anteriores.

Salimos al extremo sud-oeste del Nudo en menos de dos horas, con detención a recargar combustible incluída. El tiempo era ideal, ya que inicialmente estimábamos llegar a Laguna Brava no antes de las 18 horas. Calculamos que podríamos llegar a la laguna antes de las 16 horas, así que le metimos aún más ritmo o como diría Facundo “Con Actitud” para seguir en movimiento.

Rodeamos el Nudo por completo y cuando llegamos al refugio donde durmiéramos la primera noche, encontramos que a no más de 1000 metros al oeste, se ubicaba una traza bien definida, casi en tan buen estado como el camino de acceso al paso de Laguna Brava. Nos montamos entonces sobre esa huella y con mucha velocidad, llegamos a Las Juntas y Pucha-Pucha en menos de un tercio del tiempo que nos tomara el viaje de ida.

Ya en Pucha-Pucha, Pablo P sugirió tomar la ruta 76 que salía hacia el norte y empalmaba la ruta del paso de Laguna Brava, en vez de realizar el camino del sábado a través de la Laguna Verde. Este tramo probó ser mucho más veloz, y nos dio la oportunidad de ver un paisaje distinto, además de ahorrarnos mucho tiempo.

 

Llegamos al refugio de Laguna Brava antes de las 13 horas y nos tomamos el tiempo para buscar el avión caído en la laguna antes de seguir bajando. Metros más adelante, tendríamos que cambiar la única rueda pinchada en todo el viaje, que le tocó al LAVARROPAS.

Bajamos hacia Jague con muchas pilas, tomando todas las cortadas posibles y salpicando a más no poder en todos los vados. Un tramo realmente muy divertido siguiéndolo a Facundo. Gonzalo estaba sentado a su lado, algo temeroso, cosa que pensamos puede haberse reflejado en una manija de agarre en el techo, casi arrancada de su lugar de fijación.

Ya en Jague, saludamos al amable Sr. que nos esperaba (y no había preparado los recibos) con una sonrisa socarrona, como riéndose de nuestro regreso. Pasamos luego por Vinchina, parando a saludar a los Yiperos que estaban en el Hotel Corona del Inca, y seguimos viaje hasta el Pircas Negras.

La cena de la noche, ya regada nuevamente con vino, nos relajó a todos y nos ayudó a dormir temprano, cerca de las 10 de la noche, para variar un poco. Nos despedimos antes de encarar cada uno su habitación, y partimos a la mañana siguiente, cada uno hacia su destino.

Un viaje singular.


Ale Jausoro, Gabriel Jausoro y PAI
Sebas Kurpiel y Juan C. Prime
Facundo Menendez y Gonzalo
Andres Gutovnik y Pablo Perez