Salida TAT – Desierto del Nihuil

Este viaje fue motivado principalmente por Javier, quién proponía ir a tomarnos revancha de la última vez en que habíamos estado en este hermoso lugar, pero no habíamos podido disfrutarlo tan a pleno como hubieramos querido. Las ganas y pilas de Javi, y la experiencia acumulada de los viajes anteriores nos sugería que esta salida sería algo realmente especial.

Pensábamos dormir en el desierto, armando un campamento estilo “Oasis”, con antorchas, música, una rica comida y mucho vino tinto. Todas las pilas estaban cargadas para encarar las dunas a full, y de paso, atravesar el extremo norte de la laguna de Llancanelo para poder ver los primeros dos de los diez volcanes perfectamente alineados que hay en ese lugar.

De la partida seríamos casi todos los integrantes del grupo, pero a último momento, Carlos “Pastilla” Correia debió quedarse por temas personales y Pablo Huevmaster debió quedarse “en penitencia” por hacer macanas de esas que hacen los chicos... Como novedad, contaríamos con la grata y cálida compañía de Daniel Villoria (para algunos conocido como “El Pai”) a bordo de su Ford Explorer.

Salimos el Jueves 13/11 para realizar el primer enlace hasta Realicó en la siguiente formación:

Javier Pla y Paula (Hilux Limited Perlada)
Diego Levy y Loli (SW4 Blanca)
Gaby Villario y Tiqui (SW4 Perlada)
Daniel Villoria, Gusti Fernandez y Andres G (Ford Explorer Azul)

Hicimos noche en un hotel de ½ pelo en Realico y arriba bien temprano para llegar a San Rafael y mandarnos para el cañon del Atuel lo antes posible. En teoría, esto sonaba bien, pero no todo es tan fácil...

Al partir desde Realicó hacia San Rafael, nos adelantamos con la Explorer para no demorar al resto del grupo con las paradas a cargar GNC. Llegamos a Gral. Alvear para repostar y contactamos a los chicos, que estaban unos 50 km detrás. Decidimos seguir avanzando hasta San Rafael para hacer algunas compras de víveres y esperar a los chicos con los tanques llenos en el camino de ingreso al Cañon del Atuel.

Para matizar la espera, una sencilla picadita de salames, queso y cerveza fue improvisada al costado de la ruta, disfrutando de la hermosa vista de los Viñedos Bianchi.

Lamentablemente, las tres Toyotas fueron detenidas en un ridículo operativo policial en el pueblo de Salto de la Rosa, provocándoles una demora de más de 3 horas, y una calentura proporcional al cuadrado de los minutos de demora.

Solucionado este tema, retomamos la marcha de ingreso al desierto con ciertas dudas sobre el horario, ya que estaríamos poniéndo las ruedas sobre la arena a eso de las 3 de la tarde. Acordamos avanzar lo más posible hacia nuestro destino de acampe y cuando el sol comenzara a bajar nos detendríamos.

Disfrutamos del tramo sinuoso que atraviesa el cañón del Rio Atuel y realizamos la parada de rigor sobre el Embalse desde donde arranca el descenso del caudaloso río. El sol pegaba fuerte y el clima era inmejorable. Unas pocas nubes en el cielo daban un respiro a nuestra piel, que ya comenzaba a tomar un tono rojizo.

El primer médano fue el exámen de ingreso para chatas y pilotos, y para saber si las presiones de las cubiertas habían sido debidamente reducidas. Luego del primer intento de subida, la frase de Daniel fue la más elocuente: “Esta arena no es como la de Pinamar...”

Ese médano nos tuvo un buen rato a la espera, en especial para la chata de Javier, que estaba muy cargada con leña para el asado de la noche, además de los bidones de Gas-Oil adicionales para las SW4, y demás menesteres para el campamento. Luego de varios intentos, Javi logró subir finalmente, teniéndo que reducir la presión hasta las 10 libras, con el consabido riesgo de desbande que esto implica.

Abordamos las chatas y encaramos con pilas para avanzar hacia algún lugar adecuado para el acampe. Liderando la caravana venía Daniel, que piloteando la Explorer nos venía tentando con el rugir del V6 y su escapesilens. Algunos médanos más adelante supimos pasar por encima de la cresta de un médano, maniobra que no pareció riesgosa desde arriba del vehículo, pero que se valió de unos cuantos “Guauuuu” emitidos por la radio.

Atrás pasó Javier, que también maniobró habilmente para controlar el deslizamiento de la Hilux y sus casi 2,5 tons de peso cargada. Atrás, como paseando por San Isidro, venían ambas SW4, brindando un hermoso espectáculo circense al subir y bajar cada uno de los médanos con una particular elegancia.

Llegó el turno de avanzar detrás de Javier, que no tardó en encontrar el primer lugar donde “no había que meterse”. Esta laguna oculta bajo una gran capa de arena probó no soportar el peso de la chata, que quedó escorada sobre la superficie mientras Javi pedía auxilio por el VHF.

Al rescate llegó El Doc munido de una linga elástica y una eslinga común. Se ataron ambas y luego de tres fuertes tirones, la chata salió de su incómoda situación. En adelante, pasaríamos bien lejos de cualquier ojo de agua.

Seguimos avanzando en búsqueda de la senda que permite pasar por la zona más verde del Nihuil y que desemboca al sur, en donde comienzan los médanos más grandes. Como Javi venía adelante abriendo camino, a veces tenía que retroceder o bajar de algún médano para poder seguir avanzando. Mientras tanto, el resto del grupo bajaba de las camionetas para trepar los médanos a pié y buscar los posibles puntos de paso.

Resulta increíble la diferencia de perspectiva entre estar sentado detrás del volante y estar parado unos cuantos metros más arriba... En ciertos momentos, estábamos buscando la senda por varios minutos sin darnos cuenta que estábamos parados exáctamente encima, pero en dirección perpendicular.

El avance a veces errático continuó durante un par de horas, siempre disfrutando del hermoso paisaje que ofrece ese “mar de dunas” casi infinito. Algunas de ellas, con alturas que triplican las de cualquier médano que hayamos visto en cualquier otro lugar.

Hubo múltiples oportunidades de usar las lingas, en especial para liberar a la explorer que quedaba colgada, ahora que tenía a Andres tras el volante. Las crestas de los médanos se presentaban muy cortadas, lo que hacía necesario encararlas con mayor ímpetu que de costumbre.

Ya sobre la senda bien definida nos movimos con rapidez mientras veíamos el sol buscar el ocaso a nuestra derecha. Simultáneamente, nos sorprendieron algunas gotas de lluvia sobre los parabrisas, preludio de una inminente lluvia que parecía no coincidir con el paisaje desértico sobre el que nos encontrábamos.

Estando ya a menos de 500 metros de las dunas más grandes y saliéndo de la zona de pastos, encaramos a través de una olla que se encontraba justo de tras de una pequeña cresta. Pasó adelante la Explorer, y pudo escucharse la voz de Daniel por la radio advirtiéndo del obstáculo y recomendando salir por la derecha.

Atrás venía El Doc (Diego Levy), que esperó el aviso de “zona liberada” para mandarse a sortear el obstáculo. Segundos después, nos sorprendió por la radio la calmada y seria voz de Loli diciéndo: “Por favor, vuelvan que volcamos”.

Inmediatamente, Javier y Pau que venían detrás, bajaron de la Hilux para asistir al Doc – que en ese momento salía por el techo corredizo de la SW4 – y a Loli. Mientras tanto, Andres le limaba la mitad de los dientes de la marcha atrás a la Explorer para retomar la senda en sentido inverso y prestar ayuda.

Llegamos a donde estaba la chata y no dejó de resultarnos un poco chocante el ver a la impecable chata del Doc apoyada sobre el lateral izquierdo y casi con las cuatro ruedas en el aire... Mientras acomodábamos la Explorer para enderezar la SW4 con el malacate, Gaby y Tiqui se acercaban a Loli para verificar que no se hubiera lastimado.

Gusti evaluaba la situación y entre todos comenzamos a estudiar la manera de poner la chata otra vez sobre las 4 ruedas, ya que había quedado de costado sobre un plano inclinado hacia la izquierda. Decidimos enderezarla desde su posición actual, tirándo desde arriba con el malacate de la Explorer.

En una sencilla maniobra, la chata volvió a quedar sobre las cuatro ruedas, aunque necesitó de una pequeña ayuda del malacate de Javier para poder retroceder, revelando así el motivo del vuelco. Un pequeño montículo de pasto y arena dura que pasó por debajo de la rueda delantera derecha, desacomodándo la chata y provocando que perdiera la estabilidad.

Evaluamos los daños que por suerte eran mínimos, y limpiamos el interior del motor de los líquidos que se habían derramado. En particular, nos interesaba limpiar el ácido de la batería, que ya había comenzado a corroer los soportes cincados del filtro de Gas-Oil. Agregamos un poco que líquido en la hidráulica y tiramos mucho agua sobre el resto del motor.

De la chapa, solamente se abollaron un poco el guardabarros delantero y el trasero y hubo que lamentar la rotura del espejo retrovisor, que es el segundo que el Doc rompe en Mendoza – en el viaje anterior, debió dar de baja el mismo debido al impacto de un aguilucho kamikaze – Como de costumbre, el motor arrancó sin problemas y luego de acomodar los bultos dentro de la chata, nos pusimos en marcha en búsqueda del lugar de acampe.

Ya cayendo el sol, nos detuvimos para armar el campamento al pié de un gran médano, colocando las chatas en forma de cruz y armando el campamento rodeado por un círculo de antorchas y un bonito fogón encendido por el Pai. Antes que nada, descorchamos un par de botellas de vino tinto y comenzó la diversión.

Las carpas se armaron como pudimos, y con un poco de leña dimos calor al disco de arado que nos prestó Juampi Ruel (Grande!!!) y con su receta en mente, Andres comenzó a preparar la cena.

El reloj no llegó a marcar las 21 horas cuando el suave ronroneo del generador Honda se dejó oir por primera vez en la noche, seguido por el aullido agudo de la licuadora en manos de Javier. Minutos más tarde, comenzaron a circular unos tentadores Daiquiris de Frutilla.

El ánimo era insuperable y sentados alrededor del fogón, observamos sin mucha preocupación que hacia el sur se dejaban ver unos fuertes relámpagos que pretendian amenazar nuestra pacífica velada. A cargo de Loli y Tiqui, se realizaron el simbólico acto de la Cruz de Sal y los rezos pertinentes.

Minutos más tarde comenzaron a caer sobre nosotros unas prominentes gotas de lluvia, que no tardaron en convertirse en una intensa tormenta. Rápidamente protejimos nuestra cena poniéndo una chata con el portón trasero abierto sobre el disco de arado.

Recordamos entonces a nuestro amigo y encargado de la perfección climática que acompaña nuestros viajes, don Pablo P. e invocando sus poderes al grito de “Buena Onda que ya para de llover” bailamos la danza de la lluvia al ritmo de un tema que sonaba en la chata de Javier.

Menos de 10 minutos más tarde, la lluvia había cesado y el cielo comenzó a descubrirse hasta dejarse ver en su totalidad plagado de estrellas y ausente de luna y nubes.

La cena comenzaba a dejar escapar un riquísimo aroma, al tiempo que Gusti tomó el comando del estéreo para armar una pseudo-rave en medio de las dunas, mientras sonaba su disco preferido de Underworld (Bola de espejos incluida!!!). Bailamos y saltamos sobre la arena, cantando como en un viaje de egresados de chicos de 17 años.

Gaby decidió dar un break a nuestro ritmo etílico avisándonos que su chata se encontraba cerrada y con la llave dentro (y eso que él no había tomado nada!). Rápidamente, Dani y El Doc fueron en su ayuda para intentar abrir la SW4.

El resto, fuimos en ayuda de estos últimos, alcanzándoles sus vasos de vino! Por suerte, retiraron la parrila del frente y abriendo el capot lograron abrir la chata. Tarea cuplida! A seguir disfrutando.

Comimos cerca de las 10:30 de la noche y bajo el cielo estrellado, continuamos descorchando botellas, ahora de Champagne, que se mezclaban en la licuadora con unos duraznos y un poco de hielo, dando por resultado unos deliciosos Bellinis de autoría Pla.

Por suerte, Gaby y Tiqui decidieron dedicarse a la ardua tarea del Babysitting, evitándo que los más alcoholizados cayeran sobre el fogón, o intentaran pasar caminando descalzos sobre las brazas en una demostración de fe en el dios Baco. Más baile y risas hasta casi las 3 de la mañana, horario más que conveniente para arrastrarnos por la arena hasta las carpas.

A la mañana siguiente nos levantamos bastante tarde y desarmamos el campamento al tiempo que Loli, Pau y Tiqui nos deleitaban con un riquísimo desayuno de galletitas, budin, dulces y café. Nos pusimos en marcha cerca de las 11:00, muy retrasados...

Javier tomó la delantera para ir buscándo los médanos que nos llevarían hacia la salida y con buen ritmo, encaramos hacia el nor-oeste, hacia el pueblo de El Nihuil. Atrás lo siguió el resto del grupo, buscando todas las alternativas posibles para seguir avanzando.

De un momento a otro, encontramos una pendiente que probó ser de las más difíciles de superar, por lo trabada y empinada de su última parte. Javier la había podido superar sin problemas, pero nos costó más de una hora y media a las tres chatas restantes.

Al tiempo que intentábamos la trepada con todas las técnicas posibles, Javier continuaba avanzando para intentar llegar a la salida de los médanos. En ese momento, comenzó a soplar un fuerte viento oeste, causante de las prominentes crestas que encontraríamos más tarde sobre los médanos que debíamos trepar.

Una vez terminada la difícil subida, nos tomamos un rato para cambiar una rueda pinchada de la Explorer, mientras que Tiqui y Loli improvisaban unos ricos sandwiches para el almuerzo. Eran las 3 de la tarde.

Terminado el trámite, continuamos el avance tras las huellas de Javier, y manteniéndo el contacto por VHF para que pudiera orientarnos en los lugares donde sus huellas habían sido borradas por el viento. En algunos lugares, fue necesario buscar pasos alternativos, ya que los lugares elegidos por Javi desembocaban en ollas o en crestas que resultaban muy difíciles de encarar.

De pronto, Gaby anuncia por la radio que se detendría por un momento a chequear el origen de un ruido proveniente de la suspensión delantera. Segundos más tarde, confirmaba por la radio que el amortiguador delantero izquierdo había perdido su anclaje inferior. Luego de analizar en profundidad las alternativas, decidimos que lo mejor era seguir avanzando con lentitud ya que no contábamos con las herramientas necesarias para efectuar una reparación en el lugar.

Así seguimos avanzando entonces, mientras por la radio, Javier anunciaba que ya se encontraba fuera de los médanos y que se dirigiría a El Nihuil para inflar cubiertas y conseguir una soldadora para reparar el amortiguador dañado.

Al salir de un tramo con piso de pasto, empezamos ya a notar que las huellas de Javi se perdían totalmente, por lo que fue necesario comenzar a navegar por nuestro propio camino. Fue así que decidimos que la manera más sana de salir de este lugar sería encarando hacia el norte, donde las dunas terminan.

Andres procedió a pié buscando una salida de los medanos, mientras las chatas lo seguían intentando no complicar la situación aún más. Así llegamos al límite donde los médanos se encuentran con una vegetación seca de arbustos y espinillos, los que debimos atravesar, muy a pesar de la pintura de las chatas.

Estando ya fuera del medanal, nos encontrábamos a menos de 1000 metros del camino que lleva hacia la cima del Cerro El Nihuil, pero resultaba imposible continuar avanzando, debido a una quebrada que se interponía en nuestro camino. Decidimos bajar e intentar circular sobre ella en dirección al sur, en busqueda del camino de salida.

Tras avanzar unos pocos metros, encontramos que la quebrada se hacía cada vez más estrecha, hasta que en determinado momento, era imposible continuar avanzando. Bajamos de las camionetas y exploramos a pié, solo para observar que en efecto, sería imposible seguir hacia delante por allí.

El Doc y Gaby fueron en búsqueda de un lugar suficientemente grande como para poder dar la vuelta con las chatas, mientras que Gusti y Dani le daban rienda suelta a sus ganas de usar la pala para remover los obstáculos que impedían a la Explorer moverse de su lugar.

Andres procedió a pié, munido con un handy para encontrar el tan buscado camino y salir finalmente de este lugar. En dirección al sur, a no más de 900 metros, se encontraba la senda perfectamente marcada, sobre la cual se observavan las huellas frescas de Javier, que por allí había pasado, no más de dos horas antes.

Finalizadas las exploraciones y las maniobras viales, decidimos intentar retroceder con las SW4, mientras que la Explorer trataría de salir enfrentando la subida que tenía a su derecha. Ambas maniobras resultaron exitosas, y ya estábamos en camino hacia la senda, donde nos encontraríamos con Javier y Pau para el brindis final y para tomar la ruta en dirección a San Rafael.

La vista desde el lugar ameritaba el descorche de otro Champagne, celosamente guardado en el alambique... es decir, la Explorer.



Luego de varias fotos, muchas reflexiones y comentarios y la descarga correspondiente de adrenalina transformada en verborragia, emprendimos el camino dejando de lado las ganas de ir a recorrer la ruta de los volcanes.

Entramos a El Nihuil para inflar las gomas y salimos en dirección a San Rafael, en búsqueda de un Apart-Hotel temático que conocimos durante la visita anterior a esta ciudad, llamado Hotel San Martín. Lo temático del hotel es justamente, su orientación vitivinícola, decorado con elementos pertenecientes a distintas bodegas, acompañadas de fotos muy bonitas.

Esperábamos recibir las correspondientes botellas de vino de cortesía, pero esta vez estuvieron ausentes, por lo que tuvimos que conformarnos con una sola botella que reservamos para la reunión de fotos post-travesía en Buenos Aires.

Salimos a cenar caminando y regresamos al hotel luego de hacer las averiguaciones respecto de donde poder realizar los arreglos necesarios para partir al día siguiente.

El viaje de regreso ocurrió sin sobresaltos y en un poco más de 11 horas estábamos despidiéndonos en el acceso norte para encarar cada uno hacia su casita.

Todos con los cuerpos algo castigados por la ruta pero recargados de energías positivas tras un fin de semana único, nos fuimos a dormir, seguramente con una sonrisa en la cara y con ganas de encarar la próxima aventura.

TOYOTA ADVENTURE TEAM