Pampa del Rayo – En busca de Laguna Fea y Laguna Negra - Neuquen

Hubo una vez una era de exploradores, descubridores de nuevos mundos y desconocidas civilizaciones. Es muy difícil imaginar realmente cuales habrán sido sus sensaciones al tiempo que avanzaban metro a metro en su carrera de descubrimiento y conquista.

Quienes hayan alguna vez pisado terrenos donde nunca antes haya estado otro ser humano, o en donde no haya vestigio alguno de previa presencia humana, puede darse entonces algo de idea. El ejemplo más parecido que conozco es el de bajar esquiando por una ladera de nieve totalmente virgen y sin pisar, esa sensación de libertad absoluta y de cuasi-saciedad es algo casi indescriptible. Otra manera de sentirse así, fue formar parte de este viaje...


Algún tiempo atrás, Nestor Queralt publicó en los foros de 4x4 las fotos de sus tres exploraciones previas en búsqueda de estas dos lagunas, la Fea y la Negra (www.finisterre2x2.com.ar). Cada intento fue un progreso respecto de la oportunidad anterior, pero nunca habían logrado llegar hasta el objetivo final de atravesar la Pampa del Rayo y acceder a las lagunas.

Luego del último relato de Nestor, a muchos de nosotros se nos despertó la sed de conquista, el deseo de exploración y de descubrimiento. La única forma de saciarlo, era viajando. Mug tomó entonces la posta y comenzó a arengar a los distintos grupos para generar una salida y lograr alcanzar el objetivo.

La particularidad adicional de este viaje, era que viajarían por primera vez grupos de distintos tipos de vehículos. Los Bípedos (Seres primitivos que se trasladan sobre maquinas infernales con dos ruedas y con incansable espíritu de trabajo e infinita sed de contacto con el medio ambiente), los Cuadrúpedos (Una evolución de los Bípedos, claramente conscientes de los riesgos que implica el respirar y tratar de mantener el equilibrio al mismo tiempo) y los Cuadrúpedos Sapiens (La cima de la cadena evolutiva de la exploración todo terreno, o para ser más precisos, los Cuadrúpedos Aburguesados). Las cartas estaban echadas para que el partido de truco fuera ganado por los exploradores, pero la naturaleza y la geografía nos harían transpirar un rato antes de dejarnos ganar.

Quienes formaron parte de este viaje fueron:

Bípedos
Nestor Queralt (Kawasaki KLX 650)
Santiago (Honda XR 600)
Sandro (Yamaha Serrow 650)

Cuadrúpedos
Nicky (Polaris Sportsman 500 4x4)
Pani (Yamaha Warrior 350)
Ale Avignon (Honda Fourtrax 300)

Cuadrúpedos Sapiens
Eduardo “Mug” Bollini, Víctor Damajuana y Daniel (Izuzu Trooper V6)
Damián “Damo” Raijman y Daniel (Dihatsu Rocky TD)
Gustavo “Toyogus” Orazi, Facundo “Toyoboy” Orazi y Luis (Toyota Hilux 2.8 SR5)
Javier Pla y Daniel “El Pai” Villoria (Toyota Hilux Limited 2.8)
Andres “Ruleman” Gutovnik, Pedro Gutovnik y Pablo Pérez (Toyota Hilux 3.0 TD)

Tras varias reuniones previas, habían quedado establecidos los puntos de encuentro para la salida. En primer lugar, los Sapiens nos agruparíamos en la estación de servicio de Malargüe el día Viernes 5/3 a las 7:00 para partir hacia Bardas Blancas y Barrancas, en donde reaprovisionaríamos combustible y partiríamos hacia el Cajón de los Nevados.

Los Cuadrúpedos debían encontrarse con los Sapiens en Barrancas a las 10 de la mañana para encarar juntos el enlace por el valle del río barrancas, hasta llegar al primer punto de encuentro con el tercer grupo.

Los Bípedos arrancarían mas tarde, llegando a las 8:00 am a Malargüe según lo planificado, y arrancando directamente montados en sus caballos de hierro hacia Barrancas y el Cajón de los Nevados, en donde se juntarían con los Sapiens y los Cuadrúpedos para ir marcando el paso hacia la Pampa del Rayo. Este encuentro estaba planificado para las 3 de la tarde.

La travesía estaba organizada de manera en que cada grupo funcionaría de forma autónoma, por lo que cada uno continuaría su camino en caso de no encontrarse con el resto. Y efectivamente, así fue.

El grupo de las camionetas llegó primero a Barrancas, luego de 220 km del devastador ripio de la Ruta 40, pero no hubo noticias de los cuatriciclos. Con los tanques llenos continuamos avanzando para llegar lo antes posible a la “Bajada de los Álamos”, en donde comenzaba el verdadero Off Road.

El valle del río Barrancas mostraba un paisaje imponente, en especial al llegar a la zona de la Laguna Carilauquen. Esta laguna tenía una superficie mucho mayor que la que apreciamos hoy en día, hasta que un dique natural que contenía su margen Este, cedió por motivos desconocidos, vaciando casi totalmente la laguna y dejando una impresionante vista para quienes pasan por allí hoy en día.


Al transitar por el sinuoso camino, puede verse sobre las laderas de las montañas, la línea del antiguo nivel que supiera tener esta laguna casi 90 años atrás (Unos 90 metros por encima de su nivel actual) ... una vista digna de ser admirada.

El avance nos lleva por un hermoso camino que atraviesa quebradas y valles, vadeando algunos ríos de poco caudal y pasando por una decena de puestos en donde se crían caballos, chivos y vacas por los cientos. Los caballos se muestran por demás curiosos, acercándose y trotando al paso de las camionetas como invitándonos a tomar todas las fotos que sea posible.

Tambièn aprovechamos la oportunidad fotografica que nos brindó una pinchadura de rueda que sufriera Toyogus. De todas maneras, este evento no nos demoró en demasía, retomando la marcha casi inmediatamente.



Finalmente, arribamos al puesto en el cual dejaríamos el camino para bajar hacia el río Barrancas y donde buscaríamos transitar por su margen hacia el punto por donde trepar hacia la parte superior de la Pampa del Rayo.

Una vez allí, intentamos contactarnos con los Bípedos y con los Cuadrúpedos, ya que su ausencia a la hora del encuentro nos hacía preocuparnos un poco, aunque no fuera una limitante para continuar avanzando.
Nestor y el resto de los Bípedos se habían mostrado algo preocupados por la factibilidad de poder descender hasta el denominado “Puesto los Álamos” con las camionetas, en una clara muestra de su poca fe en estos seres de alto nivel evolutivo. El camino de descenso debía ser analizado muy a conciencia, ya que por el mismo paso deberíamos poder regresar en caso de tornarse imposible el avance más allá del puesto.


Mug comenzó a buscar un paso en la ladera más empinada, hacia el Este, mientras que Pedro y Pablo descendieron a pié para buscar por la ladera Noroeste un posible paso. Un rato más tarde, Mug declaró inviable el camino elegido y debió ser asistido por Toyogus y sus copilotos ya que se encontraba encajado en una olla arenosa y sin suelo.

Por el lado Noroeste, las dos Toyotas restantes y el Rocky esperaban el regreso del resto del grupo para seguir avanzando. Lamentablemente, el rescate del Trooper se cobró como víctima al malacate de Mug, que decidió empacarse y no recoger más cable, lo que demoró aún más el rescate.

Una vez liberada la chata, Toyogus y Mug enfilaron hacia el punto de descenso, donde Damián hacía la posta para indicar el camino mientras que Javier Pla y Daniel, seguían los pasos que zigzagueaban en descenso hacia el valle, determinados por Pablo P y Pedro que lideraban el grupo a pié, munidos de los correspondientes Handys para guiarnos entre las piedras.


Al llegar abajo, escuchamos por la radio que en una maniobra de aproximación, la chata de Mug había sufrido un desperfecto, al romperse parcialmente el sistema de acople de la doble tracción producto de un fuerte golpe contra una piedra. Esto ponía en riesgo la continuidad del avance, aunque al mismo tiempo, todas las mentes de los Cuadrúpedos Sapiens elaboraban distintas alternativas de re-distribución de pasajeros para seguir en camino.
Por suerte, una reparación parcial pudo ser efectuada in situ, lo que habilitó al herido Trooper y a su tripulación a continuar avanzando.


Más abajo, ya cerca del puesto, las dos Toyotas que ahora formaban el “Grupo de Avanzada” buscaban afanosamente un paso para vadear el arroyo afluente del río Barrancas, y que los separaba del puesto y del río homónimo. Ya sorteado este obstáculo, conversamos con el puestero quién nos indicó un posible punto de paso para avanzar sobre la margen sur del río y así encontrar un lugar para vadearlo.


A estas horas, los Bípedos se movilizaban rauda y velozmente por el ripio de la ruta del Valle del río Barrancas, tratando de restarle horas al reloj para llegar a nuestro encuentro. Lamentablemente, no me fue posible compartir este tramo del viaje con Santiago, Sandro y Nestor, pero puedo imaginar la sonrisa en sus caras llenas de tierra y la adrenalina que debía fluir por sus venas, imaginando la soñada vista de las lagunas que tanto se hacía rogar luego de 3 previos intentos.

Ya en el valle del río Barrancas, el grupo de avanzada debía intentar el primer vadeo en serio y en el sorteo de voluntarios, Javier salió favorecido por puro azar (nada relacionado con la aversión que me caracteriza en referencia a la inmersión de la Toyota en los cursos de agua...) por lo que puso las ruedas de la chata en el agua y como buen Cuadrúpedo Sapiens, cruzó al otro lado sin mojarse los pies ni un poquito.


Atrás pasé por sus huellas con más tranquilidad, aunque con los dedos cruzados rogando evitar el ingreso de agua al habitáculo. Mientras tanto, el grupo de retaguardia comenzaba a ponerse en movimiento, habiendo comprobado que la rotura sufrida representaba solamente una herida que no restaba capacidades ni habilidad al Trooper.
Siguieron avanzando por las huellas de las dos Toyotas y en compañía de una tercera, la de Toyogus (esto para que vean que entre los Cuadrúpedos Sapiens, también hay una casta superior... jeje). Los caminos sin embargo, no siempre eran claros, por lo que en varias oportunidades fue necesario para ellos el improvisar los propios.

El avance se volvió tortuoso, y en un par de lugares resultó necesario para ellos el solicitar coordenadas a Pedro quién intentó guiarlos de la manera más detallada posible. Sin embargo, en un error de coordinación de instrucciones, Mug avanzó con una rueda sobre el agua hundiéndose cada vez más en el profundo y caudaloso río, requiriendo de una maniobra de rescate a cargo de Toyogus, y ayudados por Luis y Toyoboy.

Tras el heroico rescate, y luego de comprobar que no hubiera entrado agua al V6, se pusieron en marcha nuevamente, no sin antes comentar que habían escuchado el rugir de las motos de los Bípedos, acercándose hacia el lugar. Por el momento, continuábamos sin noticias de los cuatris...

Más adelante, las dos Toyotas vadeaban nuevamente el río (casualmente, Javier volvía a vadear primero...) en búsqueda de una verde pampa que se presentaba sobre la margen sur del río y que ofrecía una alternativa mucho más viable para continuar circulando, en comparación a la pared de piedra que teníamos por delante sobre la margen norte.


Ya sobre el pasto verde, avanzamos tratando de llegar al punto en el cual Nestor y los Bípedos dudaban que pudiéramos superar. Se trata de una trepada sobre piso de piedra pómez, con un importante ángulo de inclinación y que como una lengua blanca que desciende de la Pampa del Rayo, baja hacia el río haciendo una caprichosa “S” entre picos de piedra blanca.


Avanzamos hasta el pié de este obstáculo luego de un par de vadeos no muy complicados y comenzamos a trepar para chequear si sería posible transitar por allí con las camionetas. Entre los presentes en ese momento, decidimos limpiar el camino de piedras y matas, armando una pseudo-autopista hacia la cima, por la cual pretenderíamos ascender más tarde.



Mirando la trepada desde lejos, uno podría llegar a describirla como la rampa de subida hacia el shopping center de las fotos más lindas del viaje. El punto panorámico que ofrecía el abra, invitaba a tomar todas las fotografías posibles, y sobre todo, invitaba a guardar en la mente esa vista, para usarla mas tarde como un salva pantallas cerebral que nos haga recordar este tipo de viajes.

Luego de una hora de trabajo y cerca de las cinco y media de la tarde, nuestros oídos nos anticiparon el arribo de los Bípedos al pié de la trepada, donde debido a la hora y los tiempos que veníamos manejando para el avance, supusimos adecuado armar el campamento para la primera noche.

El asombro de los bípedos al encontrar a las camionetas agrupadas al costado de la trepada se hacía evidente como el contraste del blanco de sus dientes en sus sonrisas y sus caras ennegrecidas por el polvo y la tierra de la ruta. Abrazos fraternales, saludos y brindis de todo tipo acompañaron este encuentro, al tiempo que las tres chatas de retaguardia llegaron al campamento.

Rápidamente se armaban las carpas y comenzaba a fluir el vino, al tiempo que se preparaban picadas y cenas y se intercambiaban relatos del viaje entre ambos grupos. Lamentamos escuchar que los Cuadrúpedos habían sufrido la rotura de un rulemán de rueda del trailer en que transportaban sus aparatos, lo que los había retrasado bastante en el viaje de aproximación.

Ya con las carpas armadas y los estómagos llenos, nos sentamos a disfrutar de la aparición de una luna llena, que como un sol de noche gigantesco, comenzaba a iluminar el campamento y sobre todo, la trepada que al día siguiente debíamos intentar. Nos fuimos a dormir luego de un par de brindis con el tradicional “Lemoncello Pérez” de elaboración propia y algunas otras exquisiteces aportadas por Víctor. Eran las 9:45 pm.

A esta hora, los cuatriciclos continuaban su avance que había comenzado bastante tarde, en Barrancas. Realizaron gran parte del sinuoso camino ya entrada la noche, y arribaron al puesto los álamos cerca de las 10:30 pm donde establecieron su propio campamento. Aunque estaban en alcance de radio, no fue posible contactarse con nosotros, ya que todos estábamos durmiendo a la hora en que ellos apagaban sus motores.
Al día siguiente teníamos intenciones de estar en movimiento a las 8, y aunque finalmente lo hicimos con media hora de retraso, avanzamos hasta la mitad de la trepada casi sin inconvenientes.

Intentamos encarar la trepada por el camino más seguro, que suponía encarar de frente, lejos de las barrancas laterales. Cada intento nos llevaba más arriba, pero el avance claramente sería imposible ya que nos faltaban al menos 30 metros para llegar arriba y el suelo, con fuerte pendiente y plagado de matas de pasto y tierra suelta, no permitía seguir subiendo.

Los bípedos encararon la trepada por un costado, transitando por sobre las huellas de los animales que subían a la pampa y luego de renegar un ratito estaban arriba. Este paso transitaba sobre la barranca oeste de la trepada y ofrecía una caída de al menos 50 metros hacia abajo en caso de cometer cualquier error. Toyogus sugería que este debía ser el único camino posible, ya que era el utilizado por los animales del lugar.

Detrás de las motos encaró Mug (Cuadrúpedo Sapiens, pero no tan Sapiens...), quién avanzó con decisión pero a la mitad de la trepada se topó con un montículo que desestabilizó la camioneta y lo envió hacia el barranco, deteniéndose en un precario ángulo. Inmediatamente organizamos el operativo de rescate, y le dimos mayor urgencia aún al notar que el Trooper comenzaba a deslizarse sobre la suave superficie del piso, como queriendo suicidarse lanzándose al vacío (Viendo manejar a Mug, la teoría del suicidio cobra aún mayor sustento...). Trajimos picos, palas y planchas, y bajo la dirección de Pedro se organizó la tarea de rescate.

Luego de un rato de renegar, ayudados por el malacate de mi Toyota, trajimos nuevamente al camino al Trooper y a Mug le volvió el color a su cara, que había llegado a confundirse con el blanco de la piedra pómez.

Decidimos entonces encarar una tarea de movimiento de suelos para armar un camino nivelado y permitir trepar a las chatas. Todos trabajaron al unísono y como un verdadero equipo, dejando el paso perfectamente liso y listo para ser transitado... solo faltaba la cabina de peaje!

Entonces, tras casi dos horas de trabajo y siendo las 10:45 de la mañana, las cinco chatas se alineaban en el borde, sobre la mismísima Pampa del Rayo, donde ninguna camioneta había transitado alguna vez. Toda esta alegría nos desbordaba en un aplauso generalizado, en especial hacia Toyogus quién había probado su teoría de ascenso.

Y que manera era mejor para festejar, que escuchando por primera vez en el día, los llamados del grupo de los Cuadrúpedos, que al escucharnos transmitir por la radio intentaron contactarnos para recibir instrucciones respecto de cómo avanzar.

Mug decidió quedarse para indicarles el camino, mientras que el resto del grupo comenzó a surcar la inmensa y bellísima planicie que antecedía a las trompas de las camionetas. Guiados por las indicaciones del GPS de Pedro, avanzamos sobre la Pampa del Rayo, en dirección al punto que Nestor y Santiago nos habían descripto como un posible paso al otro lado del “Rayo” y al que habían denominado “Puente de Tierra”.

Esta pampa es muy interesante ya que se encuentra encajonada entre varias montañas, y es atravesada por un río, que fluyendo lentamente durante unos cuantos años llegó a horadar la superficie formando un cañón de más de 70 metros de profundidad y con un ancho al borde de la planicie, cercano a los 200 metros. Transitando por su costado, comenzamos a ver como se encajona y se cierra, hasta el punto en que el rayo es un angosto pasaje con gran profundidad y no más de 3 metros de ancho.

Mug continuaba dando indicaciones a los cuadrúpedos, para que se acercaran prontamente hasta su ubicación, mientras que el grupo de adelante intentaba contactar por radio a Nestor y el resto de los bípedos, que habían ido en la búsqueda de un acceso a la Laguna Fea.

Avanzamos hasta encontrar un lugar más adecuado para cruzar el “Rayo” ya que el puente mencionado por los motoqueros no era adecuado para pasar con las camionetas. Para nuestra sorpresa, sobre la ladera de una montaña, al sur de la pampa y al costado de una lengua de sedimento blanco, se encontraba un puesto de chenqueles que crían chivos durante el verano allí arriba.

Nuestro asombro era inmenso, pero decidimos seguir avanzando hasta que encontramos un punto de paso posible. El lugar mostraba un arroyo de no mas de medio metro de ancho y con una profundidad de 50 cm, rodeado de turba y plagado de piedras de obsidiana (antiguamente utilizada por los indios para confeccionar puntas de flechas y cuchillos). Cruzamos el arroyo y avanzamos en dirección a la Laguna Fea, donde suponíamos encontrar a Nestor, Santiago y Sandro con las motos.

Atrás nos informaba Mug que ya se había reunido con los cuatriciclos y luego de un brindis con Cervezas, retomaba el avance hacia nuestra posición. Los Cuadrúpedos agradecieron el refresco ofrecido por los integrantes del Trooper y retomaron su propio camino hacia la otra laguna, la Laguna Negra.

Adelante avanzábamos buscando un potencial paso hacia la Laguna Fea hasta toparnos con distintas trepadas de tierra, piedras y pasto que, con moderada dificultad, intentaban impedirnos el paso. Después de trepar diversas colinas que descendían de los picos más altos que bordean la pampa, llegamos a una vega que descendía de la montaña, supuestamente proveniente de la laguna. Cruzamos del otro lado e intentamos subir, pero esta trepada ya era demasiado empinada.

Tomamos entonces la decisión de avanzar a pié. Estábamos a solo 2.5 km en línea recta de la laguna. Delante nuestro, una montaña de matas de pasto verde y tierra, con piedras dispersas sobre toda la colina. Esta vista no nos amedrentó y alentados por las huellas de las motos que se veían más adelante, comenzamos a caminar. Mientras avanzábamos, Pedro y Mug brindaban indicaciones por radio al equipo de Cuadrúpedos para que pudieran aproximarse hasta la base de la trepada para llegar a la Laguna Fea.

Delante nuestro, la trepada parecía no terminar nunca y nuestras piernas comenzaban a mostrar el cansancio y el acostumbramiento a la butaca de las camionetas. Luego de más de una hora de dura caminata, apareció ante nosotros, el origen de este viaje. Ella, la Laguna Fea (Muy irónico quién eligió su nombre, por cierto...) se mostraba con un azul infinito y profundo delante de nosotros, a no más de un kilómetro...

Los bípedos, que regresaban de visitar la laguna y de disfrutarla a su manera, nos ofrecieron un bienvenido aventón hasta la cima de la trepada, aceptado por algunos y rechazado por otros.
La vista era in-cre-i-ble!!! Las olas suaves sobre la laguna, apenas llegaban a mancharla de blanco como con un “corderito” sobre las crestas, que parecían estar en sincro en su aparición, con el jadeo de nuestras respiraciones.

Luego de un rato de estar parados allí, contemplando el espectáculo, caminamos hasta el borde de la laguna y nos tendimos sobre su playa de piedras. Algunos simplemente admiraban la vista en silencio, mientras otros comentaban del parecido de esta laguna con la denominada Varvarco Campos. Yo me di el gusto de beber su agua, que cristalina y mágica me invitaba a acercarme a la orilla y agacharme para mirarla mas de cerca.


Sacamos decenas de fotos y nos reconocimos afortunados, por encontrar lo que es probablemente, una de los únicos puntos de acceso a la laguna por un lugar que no es descendiendo por la ladera de una escarpada montaña, que requeriría varias horas de trabajo de alpinista para poder llegar...
Luego de un merecido descanso, y con los horarios nuevamente presentes en la corteza mental, decidimos regresar hacia las camionetas y emprender nuestro regreso. En la caminata nos cruzamos con los Cuadrúpedos, que venían ascendiendo hacia la laguna. Luego de un breve saludo general, continuaron su camino mientras nosotros llegábamos a las camionetas.


Al llegar a las chatas, preparamos rápidamente un rico almuerzo, regado de cerveza y vino como merecido premio por el objetivo alcanzado. Lamentablemente, los Bípedos no pudieron ser de la partida para el almuerzo, porque ya habían arreglado con el puestero de la Pampa del Rayo para que les preparara un Chivo para almorzar.
Nos pusimos en movimiento cerca de las tres de la tarde, con la idea de llegar a Barrancas lo antes posible, y mientras se formaba la caravana, Nestor Queralt nos avisaba por radio que el puestero nos pedía por favor que transportáramos para él, algunos bultos hasta el ex ACA de Barrancas. Llegamos a su lado y nos aguardaba con un bidón y una caja de cartón que contenía un Chivo recién carneado.


Conversamos con él y le preguntamos con que frecuencia se veían vehículos por esta zona. Muy suelto de cuerpo, don López nos contestó que solo había visto 5 camionetas - “...estas” -señaló con el dedo. Lo saludamos mientras nos íbamos, pensando en la vista que tiene López cada vez que se levanta, y cada vez que se va a dormir.
Deshicimos todo el camino posible y nos reagrupamos en el campamento de la noche anterior, donde habíamos dejado provisiones varias para no subir cargando peso innecesario. Mientras llegábamos, descendimos por la pendiente donde a la mañana, Mug había transpirado un rato... Con el derecho de los descubridores, decidimos nombrar esta pendiente “Sogaca Drive”.
Estando todos juntos, aprovechamos la oportunidad para recargar los tanques de combustible de todos los vehículos y sacamos la primer foto grupal del viaje. El equipo completo, las 19 personas, estábamos allí... Misión Cumplida!
Nuevamente en movimiento, vadeamos una vez mas el río Barrancas con las camionetas, mientras los Bípedos y Cuadrúpedos avanzaban sobre la margen sur del río, transitando las laderas de la montaña para evitarse el vadeo
Llegamos una vez más al puesto Los Álamos, donde volvimos a cruzar el arroyo, actividad que le generó ciertas complicaciones a Toyogus, al igual que a la ida, lo que terminó por denominar al Mallin próximo a la vera del río, como “El Mallin de Toyogus”.


Mientras el grupo avanzaba, los cuadrúpedos solicitaron que los esperáramos para poder cargar algunas cosas del cuatriciclo de Pani, ya que el portaequipajes trasero se había roto. La Trooper de Mug y mi Hilux quedaron a la espera, mientras que Javier lideraba la caravana que bajaba, seguido de Toyogus y Damo, y escoltados por los Bípedos.
Una vez arribados los cuatriciclos, se hizo notable un extraño ruido en el tren delantero del Polaris de Nicky, así que un rato más tarde estábamos desarmando la junta homocinética delantera izquierda, tarea comandada profesionalmente por Pani y asistida gastronómicamente por Ale Avignon, a cargo del cuchillo y el queso.
Esta tarea nos demoró casi una hora y media, por lo que terminamos la trepada desde el puesto hasta el camino, ya pasadas las ocho de la noche, no sin antes tener que maniobrar para extraer mi Hilux de un pantano, conocido en adelante como “RuleMallín”...


Como Mug no quería ser menos, encontró un interesante hueco en donde encajar una de sus ruedas traseras, dejando al Trooper en una posición muy parecida a la de los perros a la hora de hacer sus necesidades. Por suerte, salió sin complicación alguna, y luego de repostar combustible en los cuatriciclos, nos pusimos en marcha hacia Barrancas.


La noche comenzaba a cerrarse, y junto con ella, comenzaron aparecer liebres, muchas liebres. Ellas nos acompañaron casi todo el camino, y junto con la luna llena que asomaba sobre los riscos de las montañas, parecían querer decirnos adiós, luego de un par de días en contacto con tan natural e inexplorado territorio.
El camino de regreso hasta el pueblo de Barrancas no fue fácil, y el transitar nocturno produjo mucho cansancio en los conductores, en especial, en los cuatriciclos, que venían agrupados entre mi Toyota y la Trooper de Mug que cerraba la caravana. Más adelante, Javier se ocupaba junto con Nestor de procurarnos alojamiento y comida, en los únicos lugares disponibles en todo el pueblo.


Al llegar, enfilamos derecho hacia el restaurante llamado “Domuyo” (Para nada recomendable... aunque sea la única opción local) y cenamos entre gritos, chistes y charlas, hasta casi la una de la mañana. Luego, el cansancio nos venció, por lo que decidimos irnos a dormir para encarar el tortuoso enlace de más de 1200 km que nos esperaba para el día siguiente.


Por la mañana, partimos prácticamente juntos en las camionetas, y disfrutamos plenamente de la charla y de los comentarios que, empujados por la emoción del logro, brotaban de nuestras bocas para llenar el vacío del silencio de radio. Más tarde partirían los Cuadrúpedos y los Bípedos, en una especie de comunión de razas que disfrutan de viajar al aire libre...


Volveremos seguramente a pisar La Pampa del Rayo, intentaremos nuevamente, subir hasta la Laguna Fea y la pendiente Laguna Negra... y ojalá lo hagamos, sintiéndonos tan bien y tan especiales como en esta, la primera vez.


TOYOTA ADVENTURE TEAM