Archivo Histórico
de Travesías
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Travesia: El Galán Solitario

Fechas:del 10 y 11 de Octubre de 2004
Provincias visitadas: Catamarca, La Rioja



Vehiculo: Defender 110

Escrito por:
Dante Garavaglia
Fotos por: Pablo Iñones & Dante

 

Hay una frase recurrente entre los fanáticos del off road:" recién termino una travesía y ya quiero arrancar con otra" . ¿Les resulta familiar? He aquí el relato de un caso en que ese sentimiento se impuso.

Eran las tres de la tarde y regresábamos de una exploración de dos días por Aguas Calientes y el cañón del Ichinogasto. Dejamos atrás Laguna Blanca y tomamos la ruta 43 con rumbo SE para volver a la ciudad; por el VHF comenzaban a llegarnos las despedidas de nuestros compañeros, se hacían planes para juntarnos próximamente, intercambiar fotos y brindar por los buenos momentos compartidos.

Era el momento ideal para decir "qué ganas de iniciar la próxima travesía ahora mismo": uno de nosotros lo dijo, el otro estuvo de acuerdo, y en menos de cinco minutos estábamos girando 180 grados para intentar la vuelta del volcán Galán en solitario, recitando cual viejos Vizcachas.

 

No me vengan con lamentos,
¡A vivir, que son dos días!
Seguimos de travesía
Porque nos empuja el viento,
A los gustos, según siento,
Hay que dárselos en vida.

 

Gritamos" ¡Huiiiiiija!" y partimos. El VHF ya no nos traía melancólicas despedidas, sino deseos de éxito de nuestros compañeros y también de Fernando y Norberto, toyoteros que viajaban en solitario por la zona. Nos habíamos cruzado con ellos algunos minutos antes, y seguían el mismo rumbo que nosotros. Como se verá más adelante, ese contacto fue providencial y nos ahorró unos cuantos inconvenientes.

La ruta nos llevó cuesta arriba hasta alcanzar los 4000 metros entre paisajes imponentes y luego a través de un valle de arena volcánica.

 

 

A las 7 de la tarde llegamos a El Peñón, donde nos detuvimos en la delegación municipal para informarnos sobre tiempos del recorrido, disponibilidad de alojamiento y etcéteras. Luego recorrimos los 63 kilómetros restantes hasta Antofagasta de la Sierra, donde repostamos combustible y conseguimos alojamiento en la Hostería Municipal, altamente recomendable. Cenamos unas deliciosas milanesas de llama y nos fuimos a dormir temprano (23 hs) porque el cansancio ya se hacía sentir: veníamos del día más duro de nuestra travesía anterior, incluyendo una buena apaleada de arena en altura y habiendo arrancado un par de horas antes del amanecer.

Al día siguiente madrugamos, lo cual nos permitió entrar a la senda del Galán al alba. Iniciamos la marcha siguiendo una huella sencilla, disfrutando del paisaje y desviándonos ocasionalmente del track para trepar hacia algunas formaciones rocosas…

 

 

…que nos impresionaron porque parecían esculturas.

 

 

La primera parte del ascenso fue rica en observación de fauna: abundaban los flamencos, de los cuales nos llamó la atención el fuerte colorido (rosa muy cargado en todo el cuerpo y negro azabache en las puntas de las alas), ya que los flamencos de otras regiones suelen tener coloración más tenue. Vimos también muchas manadas de vicuñas, un ñandú (es la época en que están empollando y suelen verse muy poco), y un animal de tamaño medio que trepaba ágilmente por las paredes de roca verticales (probablemente se tratara de una chinchilla, roedor autóctono casi extinto en estado salvaje).

 

A medida que ascendíamos el terreno se fue volviendo más pedregoso, hasta convertirse en un inmenso campo de laja en la trepada final, donde alcanzamos los 5000 metros y encaramos la mítica" bajada del Galán" , entrando al cráter sin inconvenientes (salvo el viento, que soplaba tan fuerte que temimos volarnos).

 

 

Luego de vadear un par de pequeños arroyos semicongelados nos acercamos a la laguna, que estaba muy por debajo de su cota habitual, probablemente por las escasas nevadas del invierno.

 

 

Unos 50 metros antes del agua notamos que el terreno, que parecía de pedregullo firme, se volvía blando, y nos detuvimos. Pero, ¡Por Tutatis!, ya era tarde: el Caripán (el Defe 110 del PAI) estaba encajado en lo que parecía ser una avanzada de un lejano mallín bajo una superficie cubierta por una finísima capa de pedregullo que nos había engañado cruelmente.

Tomamos la pala, juntamos piedras y encaramos una operación de rescate que se complicó un poco porque apalear barro a 4700 metros de altura es un ejercicio más bien pesado. Para colmo de bienes, notamos que el Caripán se estaba hundiendo… solamente faltaban los buitres volando en círculos sobre nuestras cabezas. A la usanza de los galeotes, que cantaban tristes canciones mientras remaban impulsados por los latigazos, improvisamos una payada de protesta mientras levantábamos una y otra vez la pala con fuerzas menguantes:


 

 

¡Ahijuna! el barro taimado
Se pone más y más blando
Y aquí me encuentro apaleando
Cada vez más agitado
¿Qué culpas de qué pecados
me tocará estar pagando?

Después de algunos minutos de agitación conseguimos desplazar suficiente barro y colocar piedras para que las ruedas asentaran bien. PAI pisó el acelerador con alma y vida y el Caripán quedó libre y bien plantado sobre terreno firme. Hubiéramos querido bailar un malambo conmemorativo, pero estábamos muy agitados (porca altura…), así que festejamos con una respirada de oxígeno simbólica.

Continuamos el cruce y salimos del cráter (34 km aprox.) sin más inconvenientes, al principio por una huella firme y luego por un terreno blando que nos obligó a marchar muy lentamente hasta el Salar del Hombre Muerto, que atravesamos en dirección NW hasta su límite septentrional siguiendo un camino minero.

 

 

Al acercarnos al punto de empalme con el camino a Antofagasta encontramos un cierre de cerco olímpico con un portón neumático. Había antenas, luminarias, cámaras de vigilancia, un portero eléctrico y un cartel que decía" Prohibido el paso – Propiedad privada" : era la entrada a una mina de litio que debíamos atravesar. Tocamos el timbre varias veces con la intención de pedir permiso para pasar, pero no obtuvimos ninguna respuesta. Ante la inexistencia de un camino alternativo (hacia el NE nos limitaba una lengua barrosa del salar, hacia el SW una cerrillada impracticable), ingresamos al terreno de la mina rodeando el cerco y el talud y retomamos el camino. Cinco minutos más tarde habíamos atravesado la mina y nos encontrábamos rodeando el portón de salida de la misma manera que habíamos rodeado el de entrada.

¡No nos vengan con tranqueras,
Prohibiciones ni alambrados!
Somos gauchos educados
Y pedimos por las buenas,
Pero si un portón nos frena
Pasamos por los costados.

A la salida de la mina encontramos una bifurcación en el camino: Antofagasta hacia el Sur, Positos hacia el NE. Tomamos la bifurcación hacia Antofagasta, pero a los pocos kilómetros la traza indicada en el GPS se perdía en una nueva lengua barrosa del salar, que continúa avanzando y lo ha cubierto. Seguimos dos desvíos que terminaban en puntos muertos y finalmente nos decidimos a encarar la vuelta por Positos, que agregaría 260 kilómetros a nuestro recorrido y nos alejaría aún más de Buenos Aires. En el momento en que entrábamos a esa ruta nuestros amigos toyoteros volvieron a modular por el VHF: iban con Osvaldo de Turismo4x4.com, que había contratado a Ariel, un baqueano de la zona. Ariel conocía la manera de retomar el camino cortando por el salar, y nos ofrecieron unirnos a su caravana. Estaban entrando a la mina (nos comentaron que a ellos les habían abierto el portón al primer intento, ventajas de ir con un conocido de la zona). Regresamos hasta la bifurcación, y bajo la guía de Ariel recorrimos unos cinco kilómetros de salar, tras los cuales reencontramos el camino.

La siguiente escala fue la mina de oro incaica de Hombre Muerto, que no se ve desde la ruta y por ese motivo era desconocida incluso para Fernando y Norberto, que habían recorrido ese camino varias veces camino a San Antonio de los Cobres. Es un lugar muy impactante, las ruinas muestran lo que en otros tiempos fue una pequeña ciudad autosuficiente, con numerosas casas y construcciones para la molienda de piedras y concentración del metal. Fue abandonada por los Incas y en la década del 40 fue retomada por una compañía inglesa, que refaccionó algunas de las antiguas construcciones incaicas y reanudó la explotación durante unos pocos años. Por lo tanto las ruinas muestran un aspecto curioso, de historias superpuestas.

 

 

Al atardecer retomamos la ruta 43 hacia Antofagasta, unos 120 kilómetros que nos tomaron más de dos horas y media debido a la superabundancia de serruchos y a los múltiples desvíos y porque nos parábamos seguido a admirar el paisaje.

 

 

Llegamos a las 10 de la noche, nuevamente nos alojamos en la Hostería Municipal, y al día siguiente marchamos hasta Belén por la Ruta 43 y luego por la 9 hasta Marcos Juárez (Cba) (1150 km), donde pernoctamos. Hicimos el último tramo de ruta 9 durante la mañana del miércoles, y a las 12:30 estábamos marchando rumbo a nuestras obligaciones respectivas.

La frase de despedida fue, por supuesto, "Qué ganas de iniciar la próxima travesía ahora mismo."

 

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